La clase en movimiento

Si el movimiento pone en marcha las funciones cerebrales, los niños de hoy tienen un gran potencial desaprovechado en el aula. Según distintos especialistas, una clase más dinámica puede favorecer el aprendizaje y lograr resultados académicos y vinculares más allá de lo esperado.

Txt: Catalina Pelman

Se dice que el ejercicio físico trae numerosos beneficios corporales, mentales y emocionales, que favorece el desarrollo de las habilidades cognitivas y que es fuente de buen humor y vitalidad en cualquier etapa de la vida. Por el contrario, se dice que el sedentarismo es el origen de diversos problemas de salud, agotamiento, insomnio, falta de concentración y depresión. Sin embargo, el sistema educativo destina sólo dos módulos semanales obligatorios de educación física y los docentes de las demás asignaturas suelen promover formas estáticas de aprendizaje. Mientras tanto, el discurso médico actual entiende que el ejercicio es un ingrediente fundamental para un estilo de vida saludable.

Para el especialista en Psicología del Deporte y coautor del libro “Mi hijo el campeón: las presiones de los padres y el entorno”, Marcelo Roffe, “el lugar que la educación oficial le brinda a la actividad física es escueto”. Lo cierto es que con una jornada escolar de cinco o seis horas, la prioridad académica no deja demasiado espacio a la expresión corporal.

Por otro lado, Roffe, que además es presidente de la Sociedad Latinoamericana de Psicología del Deporte y Actividad Física, explica que “muchos profesores no están especializados en esa franja evolutiva y les hacen hacer abdominales y sentadillas, sin medir el alcance que tiene una buena clase para el crecimiento físico y cognitivo” del niño. Por eso, asegura que el ejercicio “queda muchas veces como un castigo y no como el espacio lúdico de placer, socialización y esparcimiento” que debería constituir.

 

Mejor rendimiento escolar

Según los especialistas, tomar breves sesiones de movimiento a lo largo del día ayuda a mantener la atención de los niños en clase y, por lo tanto, favorece su aprendizaje. Entonces, sugieren implementar cualquier tipo de ejercicio breve en el aula durante unos cinco minutos para renovar la concentración y mejorar el comportamiento. En este sentido, el profesor de Psiquiatría en la Escuela de Medicina de Harvard John Ratey, asegura que “el movimiento activa todas las células cerebrales que los niños están usando para aprender. Además, hace que los niños quieran venir más a la escuela porque es divertido hacer estas actividades”.

El ejercicio físico ayuda a que los niños se concentren y aprendan mejor, que disfruten su estadía en la escuela, que realicen sus tareas con más precisión, en menor tiempo, y puedan detectar información irrelevante o falsa en el entorno. Por ejemplo, un estudio del National Institute of Health de Estados Unidos determinó que los niños que hacían ejercicio durante 10 o 20 minutos antes de un examen de Matemáticas obtenían mejores resultados que aquellos que se mantenían sedentarios. Otro informe publicado por la misma institución, observó que los estudiantes físicamente activos muestran mayor retención de la información a largo plazo, mayor flexibilidad cognitiva y capacidad de planificación, incluso se presentan más hábiles para cambiar de una tarea a otra manteniendo la velocidad y la precisión.

Por otro lado, una investigación publicada en la US National Library of Medicine explica que estos aspectos se vuelven especialmente importantes a la hora de diseñar un tratamiento para niños diagnosticados con TDAH (trastorno de déficit de atención e hiperactividad) dentro del aula. En este sentido, la Fundación Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad Argentina recomienda “combinar una terapia farmacológica, pedagógica y psicomotriz”.

Para moverse mejor

En algunos colegios comprendieron que pedirles a los niños que no se muevan y permanezcan callados es una contradicción y se opone a la definición misma de la niñez: el movimiento y la experimentación forman parte de la esencia de todo niño. Como explica el profesor de la Universidad de Harvard Howard Gardner, “cada persona es inteligente a su modo”. Algunas aprenden mejor escuchando, otras mirando y algunas experimentando. A esta últimas se las llama kinestésicas, y son las que adquieren mejor los conocimiento a través de experiencias corporales, y muestran desinterés y fracasan con los métodos tradicionales que los fuerzan a permanecer sentados toda una jornada.

Por supuesto, no se pretende reemplazar las horas de educación física sino de complementar con sesiones de movimiento tanto las clases prácticas como las teóricas. La idea es que los chicos se muevan más allá de la clase de gimnasia, con ejercicios fáciles de implementar para los docentes y sencillos de seguir para los estudiantes.

La National Association of Physical Literacy de Estados Unidos (NAPLUSA), enfocada en llevar el movimiento a las escuelas, diseñó junto a la Universidad de Connecticut, un programa llamado Brain Energizer para que los estudiantes observen videos entre tres y cinco veces por día, y sigan las indicaciones de instructores especializados. Se trata de una breve sesión de calentamiento con ejercicios de distintos deportes, como béisbol, básquetbol y triatlón, seguida de unos minutos de relajación y estiramientos. Breakthrough Magnet School, la escuela estadounidense que tiene cursos desde preescolar hasta octavo grado, trabaja con este método desde hace tres años en todos sus niveles.  “La escuela siempre valoró el movimiento y la atención plena, pero la capacitación adicional en alfabetización física es clave para mejorar la experiencia en el aula”, afirmó la directora Julie Goldstein.

Otra opción es el programa GoNoodle, utilizado en más de 60 mil escuelas primarias estadounidenses y que se suma a la iniciativa “Let´s move”, de la ex primera dama Michelle Obama. Esta campaña busca renovar la forma de comer y de jugar de los niños estadounidenses, modificando los almuerzos escolares, mejorando los patios y realizándoles chequeos médicos periódicos para prevenir enfermedades, principalmente la obesidad infantil. Dentro de este plan, GoNoodle ofrece videos que entretienen a los niños, en la escuela o en la casa, a través de ejercicios como correr, saltar, bailar y practicar ‘mindfulness’. Según el creador de este método, Steve Boyle, “los niños no deben estar sentados todo el día absorbiendo información”. Y los adultos tampoco.

Sin embargo, no hace falta contar con programas especiales ni dispositivos sofisticados para ofrecer espacios de actividad física en el aula. Muchos docentes proponen unos minutos de meditación guiada, pequeñas caminatas o sesiones de estiramientos antes de comenzar una clase o un examen. Lo importante es que, antes de comenzar, los estudiantes sepan cuáles son las reglas, cómo será la dinámica y cuál es el objetivo. Una vez que están en movimiento es demasiado tarde para recuperar su atención y hacer aclaraciones.

Incluso, el movimiento puede incorporarse como parte de la tarea de una manera genuina y original que aumentará la participación de los estudiantes. Por ejemplo, el profesor puede enunciar una consigna para resolver entre compañeros que se sientan en los extremos opuestos del salón o pedir que expliquen lo aprendido de forma oral solo en el tiempo que les toma enrollar una soga. También puede dar los primeros cinco minutos de la clase para que los niños se muevan libremente, pedirles anoten sus dudas en un papel y lo arrojen al centro del aula, de manera que cada estudiante levante un bollo y responda la pregunta de otro compañero. O bien puede hacer preguntas arrojando una pelota al estudiante que debe responderlas, así como también se pueden promover teatralizaciones y trabajos por estaciones. Las opciones son infinitas. En este sentido, la directora de Bienestar de NAPLUSA, Susan Kamin, explica “Así como nuestras escuelas enseñan alfabetización matemática y lectoescritura, pueden enseñar alfabetización física, para que los niños aprendan las bases del movimiento y puedan mantenerse activos de por vida”.

Por otro lado, el Dr. Ratey afirma al respecto: “Cuando te mueves, estimulas todas las células nerviosas que usamos para pensar, y cuando estimulas esas células nerviosas, las preparas para hacer cosas”. Por lo tanto, si se incrementan las sesiones de ejercicio, se encienden “los sistemas de atención, lo que significa puedes mantenerla por más tiempo y lidiar con niveles altos de frustración”. Y es, justamente, esto lo que los docentes buscan fomentar en sus estudiantes dentro del aula.

Dentro y fuera del colegio

Más allá de los estudios que prueban los beneficios de la actividad física en relación al rendimiento escolar, lo cierto es que el ejercicio constante y adaptado a las capacidades y gustos individuales forma parte de una vida saludable. Por eso, es recomendable incluirla en la vida cotidiana de los niños para que adquieran el hábito desde temprana edad.

Pero, ¿cómo se inculca a un niño el hábito deportivo? Tal vez lo mejor es proponerlo como una parte divertida de su día, dejando que elija la actividad que más le guste. Muchas veces, el deporte es visto por los estudiantes como una fuente de presión añadida. De la misma manera que un niño siente la obligación de aprobar una materia, también se siente obligado a obtener buenos resultados en el deporte. En cualquiera de los dos casos, se trata de encontrar un equilibrio entre la motivación y la presión. Tanto en la escuela como en el ámbito extracurricular, es importante que los niños prueben una variedad de actividades físicas y elijan la que más satisfacción y diversión les produzca.

Para Roffe, el problema es que, como en muchos casos los docentes no están suficientemente capacitados, “muchas veces son rutinarios y previsibles, y no aprovechan los estímulos físicos y psicológicos necesarios para que ese niño disfrute la clase”. En cambio, “si lograran despertar esa motivación que no llega desde el hogar, ese niño podría continuar la actividad en un club”.

La idea es volver a pensar al niño como una persona completa, entender que la actividad física en la escuela es necesaria para que aprendan mejor los contenidos y habilidades, para que puedan relacionarse mejor con sus pares, para que adquieran herramientas que les permitan superar situaciones de estrés y se beneficien con el movimiento dentro y fuera del aula.

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