El don de crear

La periodista Luján Cambariere, experta en diseño y artesanía, protagoniza el ‘boom’ actual por los ‘hobbies’ manuales. “Meditación activa”, así llama a los talleres que propone desde su escuela Ático de Diseño en Tigre. Una tendencia que impulsa el hacer y reivindica la huella humana en los objetos.

Txt: Dolores Vidal Ph: Victoria Schiopetto Producción: Jorge León

Hoy que se habla tanto de las inteligencias múltiples, la historia de Luján Cambariere es un buen ejemplo del desarrollo de distintas destrezas, a pesar de los prejuicios. Así lo cuenta en primera persona: “Siempre me gustó leer y escribir; tanto que mi mundo de chica se circunscribía al lápiz y al papel. Cuadernos llenos de anotaciones, citas de autores que admiraba, poesías, libros y más libros. En mi casa, por otra parte, se celebraba todo lo que provenía del lado izquierdo del cerebro, por eso la línea divisoria mente-cuerpo siempre estuvo clara. Seguí periodismo, comencé a trabajar en la redacción de diarios desde muy chica, la tinta aún me genera adrenalina y las redacciones me pierden. Pero llegó un tiempo en que los caminos se cruzaron y paralelo a escribir de temáticas sociales, empecé a escribir y especializarme en diseño”, primero editando la Revista Barzón y luego el suplemento m2 del diario Página 12 hasta, labor que mantiene el día de hoy.

“Las pasiones se hibridaron y, de ese choque de planetas, nació una nueva vocación para mí. Ahora la periodista sumaba a la diseñadora. Al principio, obviamente, pidiendo permiso. Durante años tuve un proyecto de talleres para estudiantes de diseño y allí mi rol era el de cargar de significado a la disciplina. Investigar, gestionar, poner en palabras lo que otros no podían, mientras cuando nadie me veía, agarraba herramientas y acariciaba materiales. En esa meditación activa, descubría de nuevo, un estado diferente de felicidad. Obviamente siempre había una vocecita que me decía que ahí también estaba de prestado. Por eso, sumé un posgrado que unía mis carreras (Diseño de la Comunicación en la Facultad de Arquitectura y Diseño de la Universidad de Buenos Aires). Hoy reivindico desde lo mío: la investigación, las letras, el poner en común y el hacer con las manos”, cuenta con toda la pasión que siente por el camino recorrido y el que está ahora viviendo con el lanzamiento de su nuevo libro “Mastercraft. La importancia de trabajar con las manos y 10 ideas para lograrlo”, (Grijalbo). Hace apenas un año publicó el primero: “El alma de los objetos. Una mirada antropológica del diseño”, (Paidós), que reunía 20 años de sus investigaciones en el tema.

“Volver al trabajo con las manos nos conecta con todos los sentidos y con nuestro ser más esencial. Otras voces empiezan a aflorar y el trabajo no solo produce resultados materiales, sino una gran riqueza espiritual. El trabajo manual y corporal relaja, sana. El problema es que desde hace tanto tiempo priorizamos el saber intelectual, la información que llega del cerebro, que nos cuesta aceptar otro tipo de inteligencia. Esa que nace del cuerpo y que se activa cuando las manos entran en movimiento. Cuando una energía especial se proyecta de las mismas entrañas y sale por los dedos”, agrega Lujan.

Por estos días, quien está como una estrella dando notas en gráfica y radio, y acaba de presentar el libro a sala llena en el Malba, sigue afilando el lápiz para hablar del fenómeno del Neo Craft: “Inventé este término para dar cuenta de un modo de trabajar con las manos, recuperando saberes ancestrales, pero con una mirada contemporánea. Rescatando o reusando, pero con nuevos ojos. Definitivamente, la vuelta a los oficios y al trabajo con las manos es una tendencia que recorre el mundo. Un movimiento que prioriza el aprendizaje a través del cuerpo, compartiendo con otros, motivados por la diversión y la autorrealización. Algunos sostienen que es una reacción sanadora a la desconexión con el mundo físico que vivimos hoy en las ciudades modernas”, explica a quien quiera oírla con la intuición, el sexto sentido de las personas creativas.

¿Cuándo apareció por primera vez la idea de Ático en tu cabeza y cómo la transformaste en una realidad?

Durante más de diez años, dicté talleres para estudiantes de diseño, sobre todo industrial. Ahí apareció el sueño de la escuela propia, donde trabajar con todo tipo de diseñadores, temas y materiales. Yo soy de Tigre, frecuentaba el Distrito Boulevard Saenz Peña, que es una zona preciosa y cuando se desocupó un ático gigante, no lo dudé y mudé mis petates.

¿Cuál fue la primera actividad que propusiste?

Abrí las puertas en vacaciones de invierno con talleres para chicos. Convoqué a tres diseñadoras y creamos talleres súper originales de diseño en madera, cotillón en tela y textil. Desde el primer momento se llenaron, porque era una propuesta original.

¿Cuál es la dimensión de tu escuela hoy?

Si bien Ático es un espacio de ‘relax’ donde, como reza mi lema, intento que “la inteligencia pase de las manos a la cabeza”, no puedo negar el vértigo en el que vivimos, entonces trato de condensar los saberes en talleres intensivos, de 3 o 4 horas. La idea es aprender una técnica original y llevarte lo que hiciste. Me interesa que se vivan aquí experiencias lúdicas, cero frustrantes.. Todos aprenden y se divierten. Por mes suelo tener cuatro técnicas diferentes, una por semana, que van desde lo textil, al trabajo en madera, metales y cuero, por ejemplo.

De todos los talleres, ¿cuál es ahora el ‘hit’?

El de alfombras, que dicta la artista y diseñadora Romina Bianchi, quien utiliza una aguja muy conocida para hilos. La técnica es genial y a la gente le encanta, produce adicción porque te relaja mucho. Siempre el valor agregado de Ático es que nuestros talleres son originales. La copia para nosotros es mala palabra. Rescatamos técnicas antiguas y las reversionamos, a través de diseños o materiales contemporáneos.

¿Qué representa Ático en tu vida y esta nueva dimensión del trabajo manual?

Muchísimo. En mi propia casa, siempre trabajé y escribí en un ático, pero más chiquito que el de mi escuela. Así que acá soy yo expandida. Es también mi casa, donde invito a compartir y experimentar, como periodista, curadora y anfitriona. A Ático vienen a aprender técnicas para aplicar a sus emprendimientos, a compartir momentos con amigas o a escaparse de estados de estrés. Cuando me encuentro con amigas, vecinos o madres del colegio, no paran de piropearme por nuestro trabajo y eso me llena el alma.

¿Cómo es un día tuyo? ¿Cómo te organizás con tantas actividades diversas?

Tengo dos hijos, de 20 y 18 años, que dicen que vivo trabajando, ¡no sé si eso habla muy bien de mí! (se ríe). La verdad es que soy muy trabajadora y organizada. No me llevo muy bien con el ocio. De hecho, si tengo tiempo libre, que no es muy común, me interno en el jardín a cuidar mis plantas y mis rosas, de las que soy fanática. Todas las semanas suelo tener un taller intensivo un día de la semana y otro el sábado. El resto del tiempo escribo para el diario, me dedico a un proyecto nacional de artesanías del que soy curadora y que mapea todo el país, por el que viajo a distintas comunidades de artesanos. También dicto unos talleres de diseño social en una granja de adictos en recuperación.

¿Cuál es tu secreto para llevar adelante tu carrera como periodista junto a este rol intenso como emprendedora?

Son dos vocaciones y, a esta altura, dos profesiones. Mi profesión de periodista retroalimenta a la de curadora constantemente y a la inversa. El hecho de estar buscando siempre diseñadores nuevos de los que dar cuenta me hace conocerlos y nutrir de las mejores propuestas a Ático. Además, manejo la escuela casi como una revista, eligiendo los temas de acuerdo a la época del año. Son muchas las coincidencias. Mi misión es la de cargar siempre de contenido a la disciplina del diseño y eso me viene de la periodista.

En este camino, ¿hubo crisis, dudas, miedos? ¿Cómo atravesaste esos momentos?

En este país, siempre. Porque uno puede trabajar mucho y tener lindas propuestas, pero después te tiene que acompañar la economía. Ahora la recesión es enorme, entonces a la gente le encanta los talleres, pero no tiene plata para venir. Eso pasa todo el tiempo y genera mucha inseguridad. Pero yo siempre digo que mis miedos siempre han sido mis mejores aliados, porque soy trabajadora y resiliente. De hecho, como siempre me copian los talleres, redoblo la apuesta en idear propuestas más originales y, a la larga eso, constituye el ADN de la escuela.

¿Cuál es tu gran fortaleza?

Hay una frase que es una de las mías de cabecera: “Donde esta tu virtud, está tu defecto”. Soy visceral, apasionada, sumamente sensible, intensa y ética. Creo que eso es mi fortaleza y, a veces, eso mismo me hace sufrir, porque me tomo todo demasiado en serio y tengo una conducta ética intransigente. Y en este mundo tan falto de valores, a veces, eso te hace sufrir.

¿Cómo viene el futuro? ¿Qué desafíos te proponés?

Seguir creciendo con mi escuela y con mis libros. Y seguir trabajando con artesanos de todo el país. Hoy estoy avocada a la creación de una colección de artesanado nacional llamada “Saber hacer, hacer saber”, ya que en la artesanía no es solo importante la producción, sino la promoción. Como siempre digo: conocer para reconocer esos tesoros materiales e inmateriales que tenemos en la Argentina.

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lujancambariere.com