El retrato de una campeona

Jennifer Dahlgren es lanzadora de martillo. Representó a la Argentina en los últimos cuatro Juegos Olímpicos. Fue finalista mundial y récord sudamericano. A los 33 años, sigue entrenando fuerte y ensaya con pasión otros roles: es escritora, oradora contra el bullying y protagonista de un programa solidario que ayuda a la inserción laboral.

Txt: Dolores Vidal Ph: Gentileza Jennifer Dahlgren

Atleta de alto rendimiento en la vida y en la pista. Jennifer Dahlgren, Jenny para todo el mundo, llega a la entrevista con una sonrisa, muy relajada y con muchas ganas de hablar. El punto de encuentro es en el showroom de BoConcept en Recoleta, la firma danesa de equipamiento y diseño, y ella se detiene en la estética impecable del lugar. Le encanta la decoración, la cocina y la literatura. Pasiones que uno, prejuicios mediante, no imagina en una deportista olímpica que entrena de lunes a sábados con una perseverancia a prueba de todo desde hace 20 años.

Jenny es carisma y esfuerzo en exactas dosis. Participó en los Juegos Olímpicos de Atenas (2004), Pekín (2008), Londres (2012) y Río (2016). Fue siete veces campeona nacional y tres veces campeona sudamericana. Récord sudamericano en su especialidad. En 2010 recibió el premio Konex como una de las cinco mejores atletas de la década.

Además, es una mujer solidaria, protagonista de la Huella Weber, un programa que incluye a muchos deportistas olímpicos del país. Ella es madrina de Granja Andar, desde donde ayuda a jóvenes discapacitados para que se inserten en el mundo del trabajo. En el lugar funcionan una panadería, un vivero y también realizan actividades culturales, artísticas y deportivas. Por su compromiso fue nombrada embajadora del INADI.

A Jenny, deportista de alma, también le apasiona el golf y es una de las organizadoras del torneo “Copa basta de bullying”, que se realizará el 27 de abril en el club Pilar Golf. Concientizar sobre el acoso escolar es otro de los grandes desafíos que le dan sentido a su historia.

¿Cuál fue la mejor decisión de tu vida?

Empezar a lanzar martillo. Yo tenía 14 años. Me gustaba, y ahora mirando con perspectiva, creo que fue un desquite para usar mi fuerza bruta reprimida. Yo volví, junto a mi familia, a la Argentina, después de vivir muchos años en Brasil y Estados Unidos. Y entré como “la nueva” en un colegio de Zona Norte, donde me empezaron a hacer bullying por mi físico. Me medían la espalda con una regla, sufría mucha burla verbal y hasta llegaron a prenderme fuego un zapato. ¿Cómo enfrentaste tanta violencia cotidiana?

Me aferré mucho al martillo. Fue un elemento sanador. En el deporte, mi físico era una ventaja. Yo llegué a pensar: “Seré deforme, pero mi cuerpo me permite que me destaque”. Fue la primera “curita” a la situación dolorosa que vivía en el colegio. Y así surgió una brecha inmensa entre Jenny mujer y Jenny deportista.

¿Cuándo pudiste volver a unirlas?

Hace unos pocos años. Yo no podía aceptar un halago de un hombre. Si me decía que era linda, yo pensaba “no puede ser, soy muy grandota”. El martillo me ayudó a construir mi autoestima y superar lo que me pasó. Tardé 15 años en lograrlo.

¿Ese fue el momento más difícil de tu vida?

Sí. Porque todos queremos ser aceptados por nuestros pares. Mi físico era distinto y yo, además, tenía otros gustos. Elegía el deporte, mientras mis compañeras iban a bailar todos los fines de semana.

¿Tu familia es muy deportista?

Sí. Mi mamá se lleva todos los laureles, porque fue olímpica en el 72. Pero, en realidad, mi papá siempre fue muy deportista, jugaba mucho al fútbol y en las vacaciones era quien nos llevaba a esquiar. Para mi familia el deporte siempre fue fundamental. Todos nosotros, somos tres hermanos, teníamos que hacer algún deporte sí o sí. Siempre formó parte de nuestras vidas y nos marcó. El deporte es una escuela de vida, te forma desde la infancia. Te enseña a enfrentar los desafíos y a superar los fracasos.

¿Cuál fue tu receta para transformarte en una atleta que levanta un martillo de cuatro kilos?

Al deportista de alto rendimiento tiene que gustarle la incomodidad. Llevar su cuerpo hasta el límite, hasta que duela. Exigirle lo máximo y el límite de ayer hay que superarlo todo el tiempo. El desgaste es muy fuerte pero, al mismo tiempo, es tan increíblemente poderoso cuando reconocés tus límites y los desafías igual. En ese espacio es cuando crecemos como personas.

¿Por qué elegiste un deporte individual?

De chica hacía todos los deportes: fútbol, basquet, natación, tenis, softball, equitación. Pero, en la adolescencia, me empecé a cansar de ciertas cosas. Si uno se esfuerza y algún compañero, no; te da mucha bronca. Yo en el martillo sé que si me esfuerzo, puedo superarme. Todo depende de mí.

¿Y cómo manejás esa presión? En el momento del lanzamiento están todos los ojos puestos en vos.

Sí, es difícil. La mirada ajena es mi talón de Aquiles. Yo empecé a lanzar martillo cuando nadie en el país sabía de qué se trataba. Y mientras no tuve la mirada sobre mi desempeño, yo me divertía, la rompía y ganaba. Hasta que en 2011 en Daegu (Corea del Sur) me convierto en la primera mujer en clasificar una final mundial y eso provocó un boom total en los medios, los sponsors. Fue justo un año antes de los Juegos Olímpicos. En 2012 yo no podía caminar una cuadra sin que alguien me pidiera una foto. Y eso me costó muchísimo. Cada persona que me saludaba y me deseaba suerte, yo sentía que le debía responder con un buen resultado deportivo.

Tremenda exigencia. ¿Qué te pasó después?

No pude superarlo a tiempo antes de los Juegos Olímpicos de Londres. Llegué a competir saturada, no quería ni hablar del tema. Cuando entré al estadio el día de la clasificación, estaba totalmente sofocada. No podía respirar, mucho menos lanzar. Y terminé haciendo tres nulos que es el peor resultado posible. Fui del punto altísimo en 2011 a toda esa presión gigante en 2012.

¿Lo superaste con terapia?

Sí, lo trabajé con diferentes psicólogos para ver cuál era la mejor opción terapéutica para mí. Psicoanálisis, ‘mindfulness’ orientado al deporte, hasta que llegué a Marcelo Márquez, que es mi actual psicólogo. Ahora busco un equilibrio en mi vida, estar más tranquila y disfrutar hasta que llegue mi retiro.

¿Algo que hoy disfutás mucho es escribir?

Sí, me da mucha satisfacción. Yo estudié literatura en la Universidad de Georgia, pero siempre pensé en ser docente, no me imaginaba en mi rol de escritora. Fue mágico, de pronto, se presentaron tres nuevos desafíos y oportunidades para mí: en la semana que salió publicado mi libro de relatos para chicos “El martillo volador y otros cuentos”, me pidieron que diera una charla TEDx en Mar del Plata. Y ahí me di cuenta de que hablar del pasado, del bullying, me ayudaba a hacer un click para adelante.

¿Cuál fue el otro desafío, el tercero que mencionás?

Me llamó un amigo periodista de ESPN para proponerme que formara parte del primer programa ESPN Body Issue Latinoamérica. Son producciones de desnudos a deportistas de primer nivel. Al principio, le dije que no, ni loca, que no era mi perfil… Y bueno, lo pensé mucho y me animé. Por toda mi historia, fue un momento de grandísima superación haber podido posar desnuda. Fue la plataforma para que por fin pudiera pararme sobre mis piernas y decir: “Esta soy yo, este es mi cuerpo con todas sus imperfecciones”. Me cambió la cabeza. Pude ganar confianza en mí y unir a las dos Jennys: la deportista y la mujer. Al final, todos somos perfectamente imperfectos.

 

Agradecimiento: BoConcept Argentina, donde se realizó esta nota. boconcept.com.ar