El microteatro es una moda que nació en España, pero que muy pronto se replicó por el mundo y llegó hasta Buenos Aires. Cuál es la fórmula del éxito detrás de esta experiencia teatral en clave minimalista y moderna.
Txt: Laura Piasek Ph: Gentileza microteatros
Obras de 15 minutos para 15 personas en salas de 15 metros cuadrados. Esta sería una de las fórmulas más eficientes para definir de qué hablamos cuando nombramos al microteatro, un tipo de experiencia innovadora que nació en Madrid hace casi una década y que lentamente fue desembarcando en distintas partes del mundo.
Desde 2017, Buenos Aires se ha sumado a esta lista -que también incluye a ciudades como Miami, Barcelona, Lima, y Guadalajara, entre muchas otras- y el barrio porteño de Palermo ya puede jactarse de ser el primero del país en tener una sala de estas características.
En todos los casos, la consigna de estas propuestas de teatro efímero es la misma: ofrecer a sus espectadores una buena cantidad de obras a la carta, en forma simultánea y por turnos, con una programación inquieta, que se renueva todos los meses y que siempre gira en torno a temas universales como el amor, la muerte, el sexo y la familia.
Pero todo esto se da en un marco donde la propuesta gastronómica no está exenta del plan. La mayoría de los microteatros del mundo cuentan también con otro haz bajo la manga: un restaurante con bar dentro del mismo espacio donde tienen lugar las funciones, para que hacer una pausa para beber y comer entre obra y obra sea posible.
“Microteatro le da a quienes lo visitan, la posibilidad de, en un mismo lugar, poder consumir diferentes obras y salir condimentando por el aporte de este buen teatro. En definitiva, se trata de ser el dueño de tu noche”, explica la actriz y productora Julieta Novarro, impulsora -junto al productor de cine Pablo Bossi- de la primera sala de la Argentina con este sello.
En tiempos donde las plataformas ‘on demand’ parecen haber ganado la batalla, el microteatro contraataca y ofrece una libertad inaudita a quienes lo visitan. En este tipo de salidas, el espectador se vuelve el artífice de su propia programación, pudiendo elegir qué ver y cuándo. Con copa en mano y con un amplio abanico de opciones listas para consumir, la experiencia teatral es efectivamente más compacta y lúdica, pero no por ello menos cautivante.
Con prisa, pero sin pausa
Corría el 2009 cuando un grupo conformado por cerca de 50 profesionales del teatro (entre directores, autores y actores) de diferentes compañías teatrales locales ocuparon un prostíbulo a punto de ser demolido en el barrio madrileño de Malasaña para convertirlo en un teatro ocasional. Durante un día entero, las 13 habitaciones del establecimiento se convirtieron salas de teatro, donde las mismas micropiezas -en torno al tema de la prostitución- llegaron a reproducirse hasta 15 veces.
Sin haber invertido en publicidad, pero con el poderoso boca en boca de su lado, este experimento de teatro alternativo con el sello del director Miguel Alcantud terminó convirtiéndose en una verdadera institución. Tanto es así que sus creadores no tardaron demasiado en conseguir una sede permanente -esta vez, en una antigua carnicería- donde instalarse y hacer de este formato un verdadero producto artístico ‘for export’.
Al día de hoy, en cada una de las 13 ciudades donde el microteatro ha echado raíces, la propuesta original ha debido adaptarse a la idiosincrasia y gustos del público local, así como a las posibilidades que ofrece cada uno de los espacios físicos.
En Miami, por ejemplo, las obras se desarrollan dentro de una serie de contenedores ubicados al aire libre decorados con graffitis, donde la cercanía con el espectador -otro de los principios que caracteriza a este tipo teatro- se llevan al máximo nivel. En Lima, en cambio, la sede de esta marca registrada es una antigua casa colonial reformada con cinco salas minúsculas y un bar especialmente acondicionado para calentar motores antes de la función.
En el caso de la apuesta a nivel local, Microteatro Buenos Aires, inaugurado en agosto del año pasado, es una copia bastante fiel de la propuesta original en Madrid. Emplazada en lo que supo ser la redacción de una revista hoy desaparecida, la primera sala porteña de estas características se levantó después de meses de investigación y con una consigna bien clara: que la calidad de las micropiezas fuera la prioridad número uno. “Nuestra idea fue adaptar el formato, pero con el color que tiene el teatro en Buenos Aires”, explica Novarro.
En su construcción de dos pisos, el microteatro logra diferenciar bien los dos climas que reinan y conviven en total armonía dentro del espacio. Abajo, donde se encuentra el restaurante y bar QUINCE –haciéndole honor al número de la suerte de este formato-, comandado por el chef internacional Federico Fialayre, que ofrece a los comensales-espectadores un menú moderno y urbano para degustar antes, en medio o después de la experiencia teatral. Arriba, están las seis salas en donde se corre el telón y tienen lugar las obras breves que se presentan, al igual que en Madrid, en dos sesiones diferentes: la de la noche -Central- y la de trasnoche: Golfa. La primera con una puesta tradicional y la segunda con obras más depuradas y una mayor predominancia de un público joven. Novarro en persona y otras dos curadoras (Mey Scápola y María Figueras), son las responsables de seleccionar todos los meses las 18 micropiezas, tanto de directores consagrados como de jóvenes recién recibidos, que se pondrán en cartel.
“Al principio la gente llega al microteatro con la idea de ver una sola obra, pero cuando conocen el formato siempre les dan ganas de entrar a más. Hoy, cada espectador ve un promedio de tres micropiezas por noche”, dice la responsable de haber importado al país esta modalidad.
En el bar, en el patio y en los pasillos, los aficionados y los novatos del teatro esperan que se abra la sala para dejarse cautivar por los microrrelatos. Pero incluso antes de que se corra el telón, los espectadores de turno pueden estar seguros de que se irán de este lugar con aquello que han venido a buscar: una experiencia 360, que alimenta tanto el cuerpo como la cabeza.
Para niños, también
El microteatro puede estar hecho también en clave infantil. Desde mayo, y después de la una exitosa experiencia en Madrid, Microteatro Buenos Aires ha inaugurado una sección de teatro efímero para niños. En este caso, para aquellos de entre 18 meses y 12 años. “Creo que este formato, por su duración de 15 minutos y la posibilidad de entrar y salir de la sala, está casi pensado para ellos”, asegura Novarro. Un buen plan para iniciar a los más chicos en este arte escénico, pero de una manera diferente.