India, intensa y espiritual

India es sinónimo color, pasión y espiritualidad. Durante un mes recorremos la zona de Rajastán, visitando ciudades y pueblos para adentrarnos en su cultura ancestral.

Txt y Ph: María Clara Mayer

 

Para describir India en pocas palabras tendría que decir: mucha gente, animales por todos lados, sabores, colores y aromas profundos. Las sonrisas de los niños por las calles, los vestidos de las mujeres y la simpatía de sus ancianos son reflejo de una alegría latente que contagia. Es un país intenso, lleno de contradicciones que uno puede amar u odiar, no hay medias tintas.

En mi caso India fue amor. Me despertó sentimientos encontrados, desde no entender las diferencias sociales, hasta apreciar su caos. Porque caminar por las calles de Nueva Delhi, su capital, es toda una aventura. Me llevó tiempo acostumbrarme a sortear bueyes o escapar de monos hambrientos y sobre todo, a ver basura constantemente. Pero una vez que me adentré en su ritmo, pude disfrutar y deleitarme con infinitas imágenes.

En la capital viven 17 millones de personas y el número se siente en todo momento. Cuando fui a ver el maravilloso templo Swaminarayan Akshardham en las afueras de la ciudad, tuve que hacer una cola de dos horas para entrar. Por suerte el tiempo pasa volando cuando uno habla con la gente, ya que todos -en mayor o menor medida- hablan inglés y son muy amigables, sobre todo los hombres. Además, son muy curiosos, y a los occidentales nos hacen sentir estrellas de rock: todo el tiempo la gente quiere sacarse fotos con los viajeros.

Comer, rezar, viajar

La forma más cómoda de trasladarse dentro de las ciudades es en ‘rickshaws’, que son motos o bicicletas con cabinas para pasajeros. También hay taxis y en Nueva Delhi, existe y se usa el metro. Ahora, para viajar de ciudad en ciudad, nada mejor que el tren si son distancias cortas. Para tramos largos conviene volar, aunque no es tan divertido.

Alguien alguna vez dijo que el alma de India se encuentra en sus trenes y coincido plenamente. Dos millones de personas se mueven en tren por día, siendo el principal medio de transporte del país. Las estaciones son enormes y están bien ubicadas. Los ‘tickets’ hay que comprarlos con antelación y se pueden elegir diferentes clases.

No hay sensación más cálida que subirte a un vagón lleno de hindúes y que al ver que no llevás comida te brindan de la suya, sin darte lugar a que digas que no. Las pocas cosas que tienen se comparten entre todos y si saben alguna palabra en inglés, la intentarán usar para charlar con vos. Lo más probable es que termine todo en risa, porque nadie entiende nada, aunque todo ya fue dicho.

Con respecto a la gastronomía, India es el paraíso de los vegetarianos. Los sabores son fuertes, como así también los aromas; utilizan mucho picante y miles de especias. No hay que dejar de probar nada y animarse a todo, cada ciudad tiene alguna delicia especial por descubrir. Para tomar hay variedad de tés y jugos. El ‘lassi’ es una bebida a base de yogur y frutas que es imperdible, recomiendo el de mango. Para comer la consigna es pedir siempre algún tipo de pan, hay miles, pero el mejor es el ‘parantha’ de ajo. A eso hay que sumarle arroz, algún tipo de curry y muchas variedades de salsas.

Después de comer hay que agradecer y para hacerlo, también hay muchas opciones. La religión predominante en el país es el hinduismo, la sigue el islam, luego el cristianismo, el sikhismo y por el ultimo, el budismo. Para cada una de estas creencias hay distintos templos y celebraciones. “Hay más festivales que días en el año”, me dice Vickram Pahwa, estudiante hindú de 24 años.

La religión en India dictamina no solo cómo la gente debe vivir, también cómo vestirse, con quién relacionarse y cómo actuar. Tal es así que cada ciudad tiene su barrio musulmán, sikh o cristiano.

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La maravilla del amor

De Nueva Delhi llego a Agra, donde me espera uno de los monumentos más grandes del mundo dedicados al amor: el Taj Mahal. El rey Shah Jahan lo construyó para su mujer preferida llamada Mumtaz Mahal. Ubicado a orillas del río Jamuna, tardó 22 años en construirse, es enteramente de mármol y simétrico. Su nombre significa Palacio de la Corona y cuenta no solo con la enorme construcción blanca conocida, sino que también hay varios edificios, jardines prolijamente cuidados y piletas.

La mejor zona para hospedarse es el barrio justo en frente al Taj Mahal, conocido como Taj Ganj. Casi todos los hoteles o casas de familias tienen un restaurante en la terraza desde donde admirar la construcción. Los días de luna llena la vista es única, ya que por la noche el monumento no suele estar iluminado.

Mi plan fue empezar el día bien temprano. A las 7 am estaba comprando el ‘ticket’ de ingreso. Me dieron una botellita de agua y unas bolsitas para cubrirme los pies, ya que es un lugar sagrado. Me informaron que no podía entrar con comida, pagué un permiso para sacar fotos y crucé el arco de entrada.

Lo que vi fue mágico y me dejó boquiabierta. El edificio era más grande de lo que me imaginaba y me recibió al fondo de una larga pileta, imponente y blanco. Le di mil vueltas, saqué fotos desde todos los ángulos, me alejé, me senté y me acosté. Caminé por los jardines y entré a los edificios a los costados del mausoleo, que son rojos. Mientras recorrí los oscuros pasillos, me olvidé por un momento del Taj Mahal. De repente salí a la luz y de nuevo me quedé maravillada con la vista.

Es realmente magnífico, se mire por donde se lo mire. No importa el cansancio, el hambre ni la muchedumbre, la visión vale la pena. Mi única recomendación sería: quedáte hasta que los ojos te duelan y no haya más luz.

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La Venecia del este

¿Quién diría que en la árida región de Rajastán se escondía un lugar conocido como la ciudad de los lagos? Udaipur es, sin dudas, un lugar mágico e inesperado rodeado de hermosas lagunas, puentes, hoteles lujosos, palacios antiguos y templos inmensos.

El lago Pichola es el más popular del área y es donde está el exclusivo hotel 5 estrellas conocido como el Palacio del Lago, donde varios miembros de la realeza mundial pasan sus vacaciones, y al que solo se puede acceder en lanchas especiales. Para el resto de los mortales nos alcanza con pasear por las calles de la ciudad para sentirnos reyes.

Tuve la suerte de estar en Udaipur durante luna llena y pude experimentar la celebración que se lleva a cabo esa noche tan especial. Cientos de familias se acercan a los ‘ghats’ (escaleras a los bordes de los lagos) y arman bandejas con velas y flores que luego sueltan en el agua mientras cantan y aplauden. Esto se prolonga hasta bien entrada la noche y cualquiera es bienvenido a cantar con ellos y festejar.

Udaipur es un excelente lugar donde aprender a cocinar o pintar. Es una ciudad relativamente tranquila con muchos artesanos, lo que lo convierte en un lindo destino para pasar unos días rodeados de arte y cultura.

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La ciudad azul

Jodphur es una de las ciudades más visitadas de India y es famosa por su buen clima, lo que le da el apodo de “la ciudad del sol”. Un día radiante fui caminando hasta la atracción principal de la ciudad, el fuerte Mehrangarh. Ahí compré un audio guía y lo que escuché me dejó perpleja. Por los auriculares una voz familiar y porteña me relataba lo que estaba viendo, era el peculiar e inconfundible tono del locutor Lalo Mir, quien me acompañó las dos horas que duró el paseo por la gigantesca construcción.

Desde el fuerte vi un templo blanco que llamó mi atención y hacia allí me dirigí. El santuario Jaswant Thada es un gran punto para observar la ciudad y ver las casitas pintadas de azul. Se respira mucha paz en sus jardines y es un lugar ideal para descansar en la sombra, mientras un hombre toca una especie de sítara (guitarra hindú).

Por la noche recomiendo cualquier restaurante que se encuentre frente al reloj de la plaza principal, conocido como Ghanta Ghar. El mismo tiene luces que cambian de color, y en el fondo, sobre una colina, se ve iluminado el fuerte custodiando la ciudad.

Tanto en Jodphur como en el resto de las ciudades, la gente me recibió con los brazos abiertos y una sonrisa. Desde el conductor de ‘rickshaw’ en Udaipur que me invitó a conocer a sus hijos y mostrarme su álbum de casamiento, hasta la anciana que me sonrió y me regaló un jazmín en el Taj Mahal o los jóvenes de la ciudad azul que me invitaron a participar de una comida multitudinaria que se realizaba en el barrio. Si ves más allá de la pobreza, el hambre, el desorden y la basura, te encontrarás con un mundo impensado, lleno de amor.

País: India
Capital: Nueva Delhi
Idioma: Hindi e Inglés
 Moneda: Rupia
1 USD = 63,79 Rupias hindúes
Cómo llegar: Lufthansa vuela a Delhi con una escala en Frankfurt. Emirates y Qatar llegan al mismo lugar con dos escalas.
Visa: Se necesita visa y se saca en la embajada de la India. Dura 90 días y desde su emisión hay 6 meses para utilizarla.
No dejar de probar: Mango Lassi, Chapati, Talli, Chicken Curry Masala, Parantha, Somoza.
‘Must see’: Templo Swaminarayan Akshardham en Nueva Delhi, Taj Mahal en Agra, Palacio Moonson en Udaipur, Templo Ranakpur, fuerte Kumbhalgarh en las afueras de Udaipur, fuerte Mehrangarh y templo Jaswant Thada en Jodphur.
Consejos:
Antes de visitar el país, leer “La ciudad de la alegría” de Dominique Lapierre o “Vislumbres de la India”, premio nobel de literatura, escrito por Octavio Paz. También recomiendo ver la película “Gandhi”, ganadora de 8 premios Oscar, para entender la influencia que tuvo el gobierno inglés en el país y la importancia del líder en la construcción de la India moderna.
Para comprar los ‘tickets’ de tren lo mejor es ir a la estación en Nueva Delhi, donde hablan inglés y podrán guiarte correctamente. Visitar mercados para comprar ropa, telas y sobre todo, especias. Tomar alguna clase de cocina, arte o yoga para volver a Argentina con un pedacito de India.