El Océano Pacífico esconde playas paradisíacas ideales para surfear y hacer ‘snorkelling’ con delfines, tortugas y peces de colores. En el Caribe, la joyita por descubrir es Holbox, una isla rústica y auténtica al norte de Cancún.
Txt y Ph: Paula Mom
Es cierto que Playa del Carmen y Cancún han hecho buena prensa con sus playas. Demasiada para personas como yo, que se dan cuenta que compraron un pasaje a Estados Unidos, cuando la tarjeta de embarque marcaba otro destino. De México, casi no hay nada; en cambio, a las callecitas las copan Starbucks, Burger Kings, Haagen Dazs y Forever 21. Así que en búsqueda de lugares más autóctonos, me fui de viaje por ahí, hacia playas que cualquiera asociaría a la idea de paraíso terrenal en un contexto más cálido y local.
Punta Zicatela, la punta de la paz
En el estado de Oaxaca existe un pequeño pueblito ubicado a cinco kilómetros de Puerto Escondido. Es una porción costera, el final de la Playa Zicatela. Tiene unas pocas cuadras, unos cinco o seis barcitos y una playa llena palmeras, con agua caliente y de ese color azul profundo, tan propio del Pacífico. Ese que una vez sumergido, permite ver tus pies en su transparencia.
Es una aldea bien surfer y un poco ‘hippie’, llena de colores, de hamacas y calles de tierra, donde la gente camina descalza y con la tabla bajo el brazo. Se respira un clima lento, distendido, a miles de kilómetros de otro mundo que corre vertiginoso un miércoles por la tarde.
Para quienes prefieran cortar con tanto ‘relax’ la propuesta es descubrir algunas de las tantas bahías de la zona. Agua Blanca -a 30 kilómetros de Punta Zicatela- es una casi virgen y bellísima, ideal para probar mariscos y pescados en uno de los chiringuitos frente al mar. Pero si la idea es aventurarse en el mundo marino, la consigna es hacer una caminata de dos horas por la playa hacia Puerto Escondido, hasta llegar a Carrizalillo, una pequeña bahía de agua plana, perfecta pasar el día nadando. Antes de sumergirse, una buena máscara y tubo de snorkel serán necesarios, pues abajo esperan cardúmenes de peces de colores, corales y rayas… un espectáculo gratis en agua virgen y sin intermediarios.
Bohemio Mazunte
A 50 kilómetros de Zicatela hacia el sur, hay otra perlita mexicana, un poco más desarrollada y con una impronta bien artística y bohemia, donde son habitúe las clases de yoga y la comida naturista.
Las calles suben y bajan con empedrado, exhibiendo a sus lados, cabañas de colores y bares bien puestos a tono con la atmósfera del lugar. Es un pueblito bastante nuevo, tiene menos de 30 años y lo copan personas de todos lados del mundo que aquí se quedaron y tuvieron hijos.
Al atardecer, casi como ritual obligatorio, la playa se llena de artesanos, de acróbatas que hacen sus piruetas y, por supuesto, de guitarras, cajones y panderetas que musicalizan el espectáculo del cielo.
Además de la playa principal, hay algunas vírgenes, como la Mermejita, a la que se llega por caminos de tierra pseudo marcados, trepando bastante y bajando con cuidado por los acantilados. Las vistas son fascinantes, y con un poco de suerte, se pueden ver ballenas escupiendo agua y desfilando sus colas gigantes. Pienso, desde arriba, lo ínfimos que somos en este océano eterno y lleno de vida.
Y justamente es eso lo que más maravilla de Mazunte, el mundo que esconde debajo del agua. Para conocerlo nos embarcamos en el bote de Rey. “Porque soy el rey de las tortugas”, dice explicando su apodo, mientras se saca la remera para exhibir la enorme tortuga tatuada en su pecho.
Una vez mar adentro, aparece tímida en la superficie, la primer tortuga marina, de casi un metro de largo. Sin dudarlo Rey se zambulle a buscarla, y nada mar abajo hasta que logra atraparla desde su caparazón. Ahora sí, bien merecido su apodo.
Tras nadar un rato con ella, Rey nos revela que durante los años 70, Mazunte era el gran centro de caza de tortugas en México, con su propio matadero. Se mataban porque había un gran mercado para su carne y los huevos. Legalmente cerca de 30.000 animales al año eran asesinados, pero algunos ambientalistas creen que con la toma ilegal pudo haber sido más del doble. Sea como fuere, este pasado oscuro quedó atrás y hoy existe un importante movimiento ecoturístico que se basa en la conservación de tortugas y otras especies marinas.
Un poco más adelante, el motor del bote se detiene para ver de cerca un delfín. No, no es uno, son siente u ocho que nadan a la par. Unos metros más, y otro grupo de seis hace su entrada triunfal y algo más atrás, otros cinco delfines. Definitivamente estamos en medio de un cardumen que nos deja estupefactos.
Para terminar la aventura, nos tiramos al agua con una máscara de snorkell cerca de la costa, en la Playa el Rinconcito, donde el agua se vuelve calma y el coral deja ver un sinfín de vida marina. Y aunque lo hayamos hecho decenas de veces, la marea siempre trae algo nuevo para seguir maravillándonos.
Holbox, Caribe escondido
A dos horas en bus desde Cancún y hacia el norte, se llega a Chiquilá. Desde allí sale el ferry, que en 20 minutos arriba a Holbox, un edén insular en pleno Caribe, que aún conserva su impronta rústica y relajada. Sin asfalto, ni autos, ni prisa, ni hoteles ‘all inclusive’, esta aldea de pescadores cuenta con sólo mil habitantes y una incalculable riqueza natural.
Originalmente, la isla estuvo habitada por grupos mayas que instalaron puestos de vigilancia hacia el mar, hoy todavía visibles. Más adelante, la custodiaron los piratas, y durante el período prehispánico funcionó como puerto comercial. Tiene 30 kilómetros de largo, y en su parte más ancha, mide un kilómetro. Es flaca y pequeña, pero rebalsa de vida silvestre: hay garzas, flamencos, pelícanos, patos, mapaches, tortugas marinas, pavos, jabalíes, venados y cocodrilos. Sí, leyeron bien. El río Lagartos, está habitado por cocodrilos que se camuflan en su orilla, pero que con paciencia y agallas, se dejan ver en una travesía en kayak. Y si esto parece aterrador, esperen a sumergirse en el agua junto al tiburón ballena. Entre mayo y octubre, el pez más grande del planeta (puede medir hasta 15 metros) pasa por Holbox para aparearse y alimentarse. Tranquilos amigos, sólo come plancton, y al parecer, es un bicho gentil, casi inmutable ante los nadadores. ¿Listos para la excursión?
Cómo llegar
Desde el DF o incluso desde Buenos Aires, con una o dos escalas, Aeromexico vuela a Puerto Escondido. En 10 minutos en taxi, se puede llegar a Punta Zicatela. Y desde allí hay buses que van a Mazunte -aproximadamente una hora de viaje-.
www.aeromexico.com
Para llegar a Holbox hay que tomar un bus ADO desde la terminal de Cancún hacia Chiquilá que tarda dos horas en llegar. En Chiquilá hay ferrys que salen hacia la isla cada una hora.
www.ado.com.mx
Cuándo ir
Punta Zicatela y Mazunte tienen buen clima todo el año. Pero conviene visitar Holbox entre mayo y octubre. El clima es más cálido y menos ventoso
Must do
Snorkelling en Playa Carrizalillo.
Comer mariscos en Agua Blanca.
Tour en Mazunte para ver delfines, tortugas y ballenas.
Nadar con el tiburón ballena y probar la exquisita pizza de langosta en Holbox.
Dónde dormir
Punta Zicatela
Situado un jardín fresco, Casamar es una colección de 15 suites de diseño único. Tiene pileta y ofrece clases de yoga.
www.casamarsuites.com
Mazunte
ZOA está localizado en la cumbre de una pequeña montaña en Playa Mazunte. Ofrece tranquilidad absoluta y privacidad con vistas espectaculares al Océano Pacífico.
www.zoahotel.com
Holbox
Casa Las Tortugas es un hotel respetuoso con el medio ambiente, ubicado en la hermosa playa principal de la isla y rodeado de una exuberante vegetación.
www.holboxcasalastortugas.com