Raíces mexicanas

En el sur del país, Palenque, Oaxaca y San Cristobal de las Casas esconden universos que nos llevan de vuelta a las raíces.
Ciudades coloniales en el medio de la montaña y ruinas mayas sumergidas en la selva revelan un México diverso y encantador.

Txt y Ph: Paula Mom

 

A seis horas de viaje desde del DF, la ciudad de Oaxaca es un intrigante punto de partida para empezar a descubrir el México auténtico. Y es que en este valle rodeado de sierras, se esconde una gran ciudad que rebalsa de casitas de colores, conventos, edificios e iglesias virreinales.

Declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO, Oaxaca resulta ideal para caminar y perderse entre sus calles empedradas, desde las que se alzan fachadas coloniales impecablemente conservadas. Por fuera, son casas antiguas pintadas de rojo, verde, azul, amarillo o rosa. Por dentro, puede ser un banco, un supermercado, un restaurante, un centro cultural o una tienda de ropa. El secreto es entrar y descubrir que esconden.

Y es caminando por las calles sin rumbo, cuando uno se topa con iglesias imponentes que veneran a la Virgen de Guadalupe, figura que parece omnipresente al menos en esta región del país. También es probable chocarse en el camino con el Centro Cultural Santo Dominico (ex convento construido en 1575), donde tras una bella explanada se accede a los claustros que hoy funcionan como museo.

Muy cerca de allí, está la plaza central, rodeada de simpáticos chiringuitos, hoteles y bares. Sin embargo, el Zócalo central tiene hoy un paisaje distinto: decenas de carpas, fotos y pancartas que piden justicia por los 43 jóvenes desaparecidos en Iguala, el mes de octubre del año pasado. Hace meses, este asentamiento está de huelga en la plaza, en un intento desesperado por cambiar la realidad.

En las afueras de la ciudad, hay varias atracciones para visitar. Aunque tal vez la más impactante sea “Hierve el Agua”, un conjunto de cascadas petrificadas, formadas por carbonato de calcio. Son de origen natural y se formaron hace miles de años, por el escurrimiento de agua con alto contenido de minerales.

Vistas desde lejos y entre las sierras, las viejas cascadas blancas, enormes y voluptuosas, parecieran protagonizar un cuadro surrealista del mismísimo Dalí. Miden entre 12 y 30 metros de alto, y la parte más alta está custodiada por un balneario natural de agua termal, perfecto para relajarse después de una larga caminata.

 

Encantos en la montaña

La ruta sigue su camino hacia el sur, hasta llegar a San Cristobal de las Casas, en el selvático estado de Chiapas y a 2200 metros sobre el nivel del mar.

El frío de la mañana es intenso, pero es un día de sol y la ciudad se despierta con los aromas del maíz, los frijoles y el café. Es domingo y la ciudad está viva.

Hay algo onírico en esta ciudad en alturas, que por momentos da sensación de urbe europea del siglo XVI, y por otros deslumbra con sus colores furiosos en las fachadas, en la ropa y las telas de las mujeres, en las expresiones grandes y gritonas de la gente. Será tal vez esa dualidad de caras, la que maravilla a quienes la descubren.

La impronta colonial alardea orgullosa el hecho de ser una de las primeras poblaciones españolas en continente americano. La ciudad fue fundada en 1528 y a cada paso exhibe los vestigios de aquel entonces, como la abuela que un día abre su viejo cajón y nos regala vestidos, aros y pulseras de su época dorada.

La consigna es empezar el recorrido por el andador turístico Miguel Hidalgo, que encuentra en su camino bellísimas construcciones virreinales de estilo barroco y neoclásico. Entre ellas, resalta la Catedral de San Cristobal y el Templo/ex convento de San Antonio de Guzmán, cuya fachada despliega motivos ornamentales realizados sobre piedra por los mismos indígenas.

Por su parte, la calle empedrada Real de Guadalupe exhibe el costado más cosmopolita de esta urbe: está inundado de restaurantes foráneos, donde los preferidos son los italianos y las parrillas argentinas. Las puertas de cada construcción aquí, son tímidas y poco pretenciosas; pero hay que animarse a entrar, pues por dentro se esconden inmensas galerías de arte, barcitos llenos de plantas que cuelgan en el techo y música en vivo. Durante el fin de semana, al andador también lo bañan los músicos callejeros y artistas que pintan y dibujan ante el público curioso.

Pero tal vez, lo más atrapante de esta ciudad sean sus profundas raíces indígenas, que se hacen sentir en el mercado de artesanías, donde suenan las lenguas autóctonas. Sin embargo, para descubrir esta cultura de lleno hay que subir a San Juan Chamula -a 10 kilómetros de San Cristobal-, una aldea oscura y mágica, que no suele ser del todo hospitalaria. Para los chamulas, indígenas mayas tzotziles, este lugar es el ombligo del mundo y por eso allí alzaron su peculiar iglesia, una muestra fiel de su religión sincretista. Adentro no hay cruz ni Cristo, pero sí una fila de Santos –obra española-, entre los que San Juan el Bautista asume el rol protagónico, secundado por sus hermanos Sebastián y Pedro. Tampoco hay bancos: se reza arrodillado en un suelo tapizado con hojas de pino, el árbol sagrado. Todo en honor a la madre tierra y a los ancestros, que no están en el cielo, sino en debajo del suelo. Las velas están por doquier; la gente recita sus plegarias en voz alta mientras beben posh, aguardiente de caña para curar heridas y olvidar rencores. Algunas mujeres sacrifican gallinas y el resto de la familia agrega otras ofrendas para expulsar a los malos espíritus.

Al bus que va de vuelta a la ciudad, lo comanda otro chamula, que nos ayudará a entender un poco más esta mítica cultura ancestral que en aparente armonía, convive con lo moderno y cosmopolita.

 

Los mayas de la selva

La caravana viajera se sumerge en su siguiente parada: la selva de Chiapas en Palenque, una zona tropical de vegetación altísima aggiornada por hermosas cascadas y ríos.

La consigna será experimentar la selva agreste durmiendo entre olor a la tierra mojada, los aullidos de los monos y ese manto verde que todo lo cubre. El lugar para hacerlo es el Panchán, que reúne un conjunto de cabañas rústicas pero bien cuidadas y dos restaurantes.

Una vez aclimatados, pero sin dejar de maravillarnos, nos adentramos en Agua Azul, un conjunto de cascadas en terrazas de un intenso color añil. En el recorrido, hay sogas para lanzarse a las piletas naturales cual Tarzán y nadar en estas aguas circundadas por pura flora silvestre.

¿Pero por qué venir a Palenque, si todo el estado de Chiapas está cubierto de selva? La respuesta está escondida en la frondosidad de la vegetación y tiene la forma de una de las ciudades más notables del mundo maya, fundada en el año 100 a.C. Su desarrollo duró casi mil años, y después de entonces, fue abandonada para siempre. Las construcciones que ahora se ven, datan del período clásico, del 400 al 700 d.C.

A lo largo de la caminata -que llevará alrededor de mediodía- será posible comprobar que los mayas tenían admirables conocimientos arquitectónicos, astronómicos y matemáticos, así como también una compleja organización social y religiosa. También será evidente su profunda conexión con la tierra, legado visible en los habitantes actuales de esta jungla, que aún viven de sus frutos, que hablan una lengua genuina, que visten prendas teñidas con los colores que el monte les da.

 

Cómo llegar

Desde Buenos Aires, LAN y Aeromexico vuelan a Ciudad de México con una escala. Desde allí, el resto del recorrido puede hacerse en bus. Los mejores son los ADO, que cuentan con sus propias terminales.
www.ado.com.mx

Cuándo ir

La mejor época para visitar esta región de México es durante la estación seca, de noviembre a abril.
Must visit
El Zócalo de Oaxaca
Hierve el Agua
El andador Real de Guadalupe en San Cristobal de las Casas
San Juan Chamula
Las ruinas de Palenque
Las cascadas de Agua Azul

Dónde dormir

En el corazón de Oaxaca, el Hotel Palacio Borghese cuenta con seis habitaciones de lujo y un servicio excepcional.
www.palacioborghese.com
En Cristóbal de Las Casas, la recomendación para hospedarse es el Hotel Diego de Mazariegos, una bellísima casona colonial, donde resaltan los trabajos en piedra, madera y el mobiliario antiguo.
www.diegodemazariegos.com
Las cabañas Margarita y Ed, en la selva de Palenque, combinan arquitectura rústica con las comodidades necesarias para pasar unos días en la jungla.
Facebook: Margarita & Ed