Revolución verde en vacaciones

En la última década, el turismo ecológico tomó impulso y cada vez son más los viajeros que se adhieren a su manifiesto. El objetivo es reducir la huella de carbono mientras se desplazan y promover el desarrollo de las comunidades que los reciben con los brazos abiertos.

Txt: Laura Piasek Ph: Gentileza hoteles

A mediados del siglo XX, el salto en el poder adquisitivo de las clases medias en las principales potencias mundiales dio lugar a un ‘boom’ turístico sin precedentes. Según la Organización Mundial de Turismo (OMT) entre 1950 y 1975 las llegadas internacionales treparon de 25 a 222 millones, creciendo casi nueve veces en menos de tres décadas, y dando lugar al conocido fenómeno de turismo de masas. Destinos abarrotados, sobreexplotación de recursos y patrimonio natural y cultural en peligro es lado oculto de este modelo de consumo que, desde aquel entonces, hasta nuestros días, sigue arrasando con los destinos de acogida.

El caso de Venecia sirve para dimensionar los efectos negativos del turismo masificado: en los últimos 50 años, más 120 mil locales hicieron las valijas y abandonaron a esta ciudad capaz de recibir hasta 70 mil viajeros por día. Algo similar sucede en las paradisíacas Islas Phi Phi, en Tailandia, que durante 2018 debieron cerrar su acceso durante varios meses para recuperar el daño en el ecosistema que las hordas de turistas habían dejado tras su paso. Como alternativa a esta forma voraz de salir a recorrer el mundo, desde principios de la década del 90, el turismo sustentable empezó a pedir pista. Con el objetivo de vincularse de manera diferente con los destinos, pero también con quienes habitan en ellos, estas propuestas verdes son mucho más que una moda pasajera y ya se posicionan como el único desenlace posible de la industria turística.

 

El turismo de mañana, hoy

Tanto los destinos que no necesitan publicidad, como aquellos que buscan promocionar sus atractivos naturales encuentran en el ecoturismo una vía para atraer a viajeros preocupados por reducir la huella. Costa Rica fue uno de los primeros en entender que la conciencia ecológica aplicada al turismo no tenían por qué arrojar números rojos. Más bien, todo lo contrario. Desde la década del 80, este país de Centroamérica se ha convertido en un imán para visitantes de todo el mundo que buscan una manera más responsable de cruzar fronteras.

Hoy en día, la ecología es un asunto de estado y prueba de ello es que Costa Rica -hogar de casi 5% de la biodiversidad mundial- ha sido una de las primeras naciones en lanzar su propia certificación para medir lo respetuosas que son con el entorno las iniciativas turísticas que se desarrollan en el país. Al principio, empezaron evaluando exclusivamente alojamientos, pero hoy en día los turistas que llegan hasta estas latitudes también pueden saber qué tanta conciencia medioambiental tiene un operador, un restaurante y hasta una agencia de alquiler de autos.

En el caso de Botsuana, el país africano del tamaño de Francia en el que viven más elefantes que personas, también fueron sus autoridades las que decidieron apostar por el turismo sustentable. En primer término, como un intento para diversificar su economía y reemplazar a los ingresos provenientes de su principal -y agonizante- actividad económica: la explotación de diamantes. Pero en segundo lugar y todavía más importante, para huirle al turismo comercial que asegura un gran número de viajeros, pero a cambio de un impacto medioambiental negativo igualmente elevado. Posicionado como un verdadero referente del turismo ecológico, este país de África austral logró alcanzar otras de las grandes, y más desafiantes, metas de este tipo de propuestas: el de integrar a las comunidades locales y motorizar su desarrollo.

En Botsuana las tribus ancestrales, que en los países vecinos quedan excluidas de los beneficios económicos que arroja la actividad, son actores fundamentales de este modelo, siendo ellos mismos los que administran las tierras que hacen del turismo, un negocio próspero.

 

Dime dónde duermes…

El turismo ecológico no puede entenderse en su totalidad sin hablar de los hoteles verdes que lo respaldan. Según un estudio del Global Sustainable Tourism Council y el Instituto Tecnológico Hotelero (ITH), al día de hoy el 90% de los viajeros prefiere alojarse en un establecimiento sustentable y el 34% está dispuesto a pagar por pernoctar en este tipo de establecimientos. La industria hotelera no ha podido desoír esta demanda y desde hace ya varios años los hoteles -en destinos remotos, pero también en grandes ciudades- buscan incluir en sus instalaciones y servicios, soluciones respetuosas con el planeta y en sintonía con el nuevo comportamiento de este pasajero verde.

Los materiales -idealmente locales y reutilizables- que fueron utilizados para su construcción, las soluciones que implementan para aprovechar al máximo los recursos naturales del lugar donde se encuentran implantados y las actividades que llevan adelante para preservar la biodiversidad del destino, son tan solo algunos de los aspectos que diferencian a los hoteles sustentables de los tradicionales. Así, los que quieran vivir la experiencia de pernoctar en un alojamiento respetuoso con el medioambiente hoy encuentran muchas más opciones que hace un década atrás, y en diferentes partes del mundo. Algunos de ellos han nacido con voluntad ecológica y otros, en cambio, han ido adaptando sus instalaciones y propuestas para estar a la altura de este nuevo desafío en clave verde.

Inkaterra Machu Picchu Pueblo, uno de los grandes referentes en materia de hotelería consciente, responde al primer caso. Implantado en un paisaje natural único, este alojamiento ha conseguido levantar la vara del turismo ‘eco-friendly’. Sus instalaciones fueron pensadas para fundirse con el entorno y todos los productos que sus huéspedes consumen (desde lo que se sirven en los restaurantes hasta los que se utilizan en el spa) provienen de él. Pero, además, desde sus inicios este alojamiento lleva a cabo programas de conservación para preservar a sus diez hectáreas en medio de un bosque restaurado.

Por su parte, el proyecto de turismo ecológico Mashpi Lodge, en Ecuador, es otro de los que puede jactarse de haber entendido al pie de la letra las premisas de esta nueva forma ética de viajar. Los cimientos del hotel, emplazado en la reserva privada en el Chocó, fueron ensamblados en Quito para reducir el impacto medioambiental de la construcción. Además, este alojamiento -donde la conciencia ecológica no está reñida con una propuesta de alta gama- financia diferentes investigaciones para promover el cuidado del lugar, uno de los más biodiversos del globo.

Dejando atrás América Latina, en Koh Rong Archipelago, Camboya, se encuentra otro gran exponente de la arquitectura sostenible al servicio del turismo (de lujo). Hablamos del Song Saa Private Island, un complejo de 27 villas sobre el agua que muchos podrían definir como el paraíso en la tierra. Además de permitirle al huésped penetrar en el entorno de esta manera, el hotel no se toma el compromiso con el planeta a la ligera. Desde el mismo, financian un programa de conservación marina para preservar el ecosistema del lugar y se preocupan por que los turistas hagan un aprovechamiento eficiente de la energía, desde que llegan hasta que se vuelven a sus casas.

Las propuestas hoteleras ecológicas son diversas porque las demandas, y presupuestos, de esta nueva generación de viajeros verdes también lo son. Sin embargo, todos ellos comparten la misma motivación: la de salir a conocer el mundo sin devastarlo tras su paso y alzar la voz para que cada vez sean más los que entiendan que viajar con conciencia medioambiental ha dejado de ser una opción y, muy pronto, será la única manera de hacerlo.

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inkaterra.com
mashpilodge.com
songsaa.com