Dueño de una mirada fresca sobre el arte y lo cotidiano, Facundo Lozano le escapa a los rótulos y despliega su estilo ecléctico en obras tan variadas que parecen coloreadas por distintos pinceles. Su serie “Espacios” cautiva por su impronta lúdica y escenográfica que devuelve al presente las vivencias más simples de la infancia.
Txt:Catalina Pelman Ph:Gentileza artista
Queda claro que el lugar de Facundo Lozano fue tras bambalinas: brilló como escenógrafo en los mejores teatros y fue director de arte en producciones de moda y publicidad, pero hoy se dedica exclusivamente a la pintura. El ambiente y las clases con Julio Chávez y Augusto Fernández no lograron subirlo a las tablas. Tampoco torció su rumbo la trayectoria nutrida de trabajos importantes, como la ambientación del Centro Cultural Konex y de la celebración que la Ciudad de Buenos Aires organizó con motivo del Bicentenario de la Revolución de Mayo. Ni siquiera sintió el peso de haberse perfeccionado en la Asociación Estímulo de Bellas Artes o haber estudiado Publicidad: el destino de este artista inquieto y experimental era la pintura.
Lozano prefiere las tintas y el acrílico porque le permiten“trabajar con mayor soltura y libertad”.Su paleta es variada, pero si de formatos y escalas se trata, para él no hay grises: prefiere “superficies bien grandes o bastante pequeñas”y sus series son una verdadera explosión de las dimensiones. La última se llama “Espacios”.Allí, el trazo de sus paisajes inmensos y sus personajes pequeños parecen sacados de un cuento y remiten, sin dudas, a la pureza de la niñez.
Gran anfitrión, Lozano recibe en su luminoso estudio a todos los que quieran conocer su obra o ver cómo se desenvuelve en su hábitat natural. Un espacio tan céntrico como silencioso, lleno cuadros tan diversos como su autor, que cautivan y desconciertan a los espectadores desprevenidos.
¿Cuáles son tus fuentes de inspiración para lograr obras tan distintas?
Absolutamente todo lo que veo me inspira, desde chico soy muy observador, en especial de la naturaleza y de las personas en situaciones cotidianas. No copio ni uso modelos, tampoco hago bocetos porque me involucro con la obra desde lo emocional, sin planificación previa. Me gusta volcar lo que imagino sin buscar un prototipo que me remita a lo demasiado realista. Creo que estas interpretaciones de la realidad son los detalles que personalizan y definen mis obras.
¿Cómo te definís en tu faceta de pintor?
Durante muchos años fui muralista y trabajé en el ambiente de la escenografía y la dirección de arte. Mi necesidad de expresión siempre abarcó muchos estilos, por eso no me puedo definir como vanguardista, clásico o pop. Soy artista y punto.
No me imagino manteniéndome siempre en la misma línea pictórica, convivo un tiempo con un estilo expresivo para luego incursionar en algo totalmente diferente de lo que venía haciendo. Muchas veces mis estilos o series conviven en el tiempo y disfruto de ir pintando e intercalando las temáticas mientras cada serie se desarrolla y evoluciona. Por eso diría que cada serie contiene la semilla de la próxima. Van mutando porque algo de lo que estoy pintando me inspira a hacer algo nuevo, por lo general, algo totalmente opuesto. Por ejemplo, “Las pitucas”, mi serie anterior, son figuras femeninas que exceden el bastidor. Ahora “Espacios” es todo lo contrario: escenarios grandes con personas muy pequeñas.
¿Cómo fue el proceso creativo de “Espacios”?
Intenté transmitir algo tan simple como la importancia de mantener vigente al niño que alguna vez fuimos, sin preocupaciones, y con tiempo de sobra para disfrutar, en contraste con el estrés y la vorágine de este mundo actual, acelerado y tecnológico. La propuesta es crear una imagen que nos relaje, nos transporte a esos espacios llenos de sensaciones y nos devuelva a lo que realmente tiene sentido: disfrutar. Pero así como esta serie tiene mucho de mí, hay otras en las que plasmo el desagrado y el descontento frente a lo que no comparto y no me identifica, quizás aquello que detesto del ser humano. Generalmente en estas etapas, mis obras se vuelven un tanto oscuras y más provocadoras, algo que no es tan atractivo para muchos.
¿Cómo es tu vida cotidiana en el taller?
El taller es mi refugio, mi lugar en el mundo, es donde el Facundo genuino aparece sin miedos y todo tiene real sentido. Es el lugar donde no tengo necesidad de preocuparme por si parezco un tipo parco, solitario, simpático o amigable para los demás. Ahí soy yo, estoy conmigo y mi esencia. A veces la introspección y la conexión con la obra es tan fuerte que me olvido de comer o de que tengo una vida social y cotidiana que atender.
¿Qué significa el arte para vos?
Quizá resulte demasiado simplista mi concepto sobre el arte, porque considero que es y debe ser para todos. De hecho, las más bellas esculturas, intervenciones y murales están al aire libre y en las calles, para la gente. El arte es una expresión tanto para los que entienden la técnica como para los que no, por eso se despliega de diversas formas y en cualquier ámbito. Una obra te atrae o no te atrae, provoca una emoción, reacción o cambio más allá de la técnica: lo esencial es que logre motivar, cualquiera sea su estilo.
¿Qué vínculo establecés con tu público?
Tengo la suerte de ser un artista que vende desde su taller y si bien expuse en distintos lugares y países, a la mayoría de la gente que me sigue le gusta contemplar el proceso creativo de la obra. No me inhibe la mirada del otro. Tal vez eso me llevó a hacer de mi estudio mi propia galería, itinerante, carente de esa solemnidad que me incomoda, con mis propias reglas.
El vínculo con las personas que llegan a mi espacio humaniza la obra, se pierde la solemnidad inhibitoria tan típica que se creó sobre el arte, generando un ambiente relajado de charla y conocimiento que nos acerca mucho y provoca cada vez mayor interés por el arte en general.
¿Cómo es ese público que te sigue?
Mi público es diverso y heterogéneo, como mi obra. Son personas que se sorprenden cuando ven que es un solo artista el que está detrás de todos esos estilos. En el siglo pasado cada artista tenía su impronta, pero yo creo que si pinto un abstracto o un figurativo, igual se nota que soy yo. Como sucede al analizar una firma, el que me conoce finalmente se da cuenta de que el trazo es mío a pesar de la diferencia estética de la obra.
¿Te cuesta desprenderte de tus cuadros?
Soy de los que disfruta mucho de la obra mientras la crea. Respetar los tiempos del arte es algo que me tranquiliza. Si bien trabajo de manera eficiente bajo la presión de una entrega o una muestra inminente, no me parece genuino alterar los tiempos de gestación aunque la demanda te supere. Si algo está hecho a las apuradas, se nota.
Pero cuando la pieza está terminada ya deja de ser mía, no me pertenece más. Siento placer cuando tiene dueño y es en ese momento donde para mí la obra cobra valor. Es como cuando uno amasa para hacer pan: una vez horneado lo más placentero es ver cómo lo disfrutan los otros.