Malta, un tesoro en miniatura

Una joya del Mediterráneo que ofrece aguas celestes, ciudades boutique, pequeñas y antiquísimas, impactantes sitios arqueológicos y una activa vida nocturna. Sea para bucear, descubrir los sets de filmación de Gladiador y Game of Thrones, o simplemente descansar en sus paradisíacas playas, vale la pena visitarla.

Txt: Mariano Mancuso Ph: Unsplash

Todo puede suceder en el pequeño universo de Malta, este irresistible archipiélago del Mediterráneo estacionado entre Sicilia y Libia. Su pequeña superficie cubre apenas 316 km². Sin embargo, concentra en sus tres islas (Malta, Gozo y la diminuta Comino), todo lo que se le puede pedir a un destino turístico: playas de ensueño, un mar azul profundo que permite el buceo, ciudades amuralladas casi detenidas en el tiempo y una vida nocturna que hará sentir bienvenido a cualquier latino.

También contiene a los malteses, extrovertidos y simpáticos personajes, con una cultura de influencias árabes e italianas y perpetuas ganas de festejar. Ellos son parte tan integral del paisaje como los acantilados, la omnipresente piedra caliza de las construcciones y los escenarios que sirvieron como sets de filmación a tanques de Hollywood: aquí se rodó Gladiador, Game of Thrones, Troya, el Código Da Vinci e incluso una vieja Popeye con Robin Williams que dejó como resultado una villa de pescadores que hoy sobrevive como pueblito y museo: la Popeye Ville.
Aunque se trate del país más pequeño de la Unión Europea, sus 450 mil habitantes portan una identidad bien marcada; salvo en el fútbol: la mitad del país hincha por la selección de Italia, la otra mitad por la de Inglaterra y alientan a equipos de alguna de esas ligas. Y donde sea que uno vaya en el exiguo territorio, los encontrará pavoneándose, siempre en su automóvil (en la isla hay más autos que gente) y siempre vitoreando su pertenencia local.

Ciudades en miniatura
En Malta se ha redefinido la noción de lo que es una ciudad. La capital, Valletta, tiene apenas ocho cuadras de largo, más unas cinco o seis de ancho y una población de 6.500 personas. Sirve como escala de lo que un maltés llama su “ciudad”. En Argentina no pasaría de ser un barrio (a veces, ni siquiera). Por lo tanto, una caminata no tan larga por la costa puede llevarnos de una a otra ciudad sin mucho esfuerzo: de Sliema, pasando por St. Julians hasta Paceville, en solo diez cuadras. De Floriana a Pietà hasta Msida, en 20 cuadras. Cada urbe tiene sus detalles propios, algo que la diferencia de la siguiente, indescifrable para el extranjero, pero clarísimo para el local que se enorgullece de lo suyo y mira de reojo al vecino.

El visitante, en cambio, percibe generalidades. Valletta es básicamente una calle principal y algunas laterales que terminan en el mar. Impacta por su arquitectura barroca y su antigüedad: la mayor parte del casco histórico es del siglo XVI. La enorme cúpula principal se ve desde el agua y es apenas una de las muchas iglesias que pueblan la capital. En la catedral de San Juan vive el arte: allí se exhiben dos cuadros famosos de Caravaggio, quien murió en estas islas.
Al lado de la capital, las metrópolis fortificadas de Isla, Bormla y Birgu forman una tríada conocida como “Las tres ciudades”. Cada una de ellas tiene su apodo ganado en la Segunda Guerra Mundial, cuando sirvieron de bastión para los Aliados: se les dice Cospicua, Invicta y Vittoriosa, y componen un recorrido histórico fascinante.

Sliema y St. Julians llaman la atención por el tamaño de sus edificios, altos y modernos como en ningún otro lugar del país. Hoteles cinco estrellas, restaurantes, un casino y hasta una suerte de un mini Puerto Madero salpicado por barcos pintados de manera tradicional que decoran las bahías de Balluta y Spinola, y anteceden a Paceville, el barrio de boliches que se llena de estudiantes agitados cada noche de verano.

Lejos de la costa, se alza la imperdible Mdina, ciudad amurallada en la que no se permite el ingreso de autos. Apabulla por su silencio, sus pasadizos, sus vistas de altura y esas puertas de colores que contrastan con el marrón claro, casi amarillo, de la piedra que se usa para construir. Caminar sus calles, muchas veces, significa escuchar los propios pasos y tener la sensación de estar detenido en alguna época anterior, entre faroles y adornos de hierro que completan un panorama tan melancólico como pintoresco.

La vida acuática
El innegable atractivo maltés es su ubicación en el mar Mediterráneo, algo que a lo largo de su historia le valió diferentes ocupaciones militares por ser un punto estratégico entre Europa y África. Hoy solo disfruta de los beneficios de semejante locación y la aprovecha para ofrecer variedad a sus turistas: desde cruceros que rodean la isla a excursiones de buceo y paseos en barco.
El punto más fotogénico del país es la Laguna Azul, en la isla de Comino. Una tira de arena blanquísima y un agua exageradamente celeste decoran el escueto lugar (donde la única construcción es un hotel), que suele estar repleto de barcos y bañistas. Algunos se aventuran hasta la cercana Cominotto, todavía más chica y más agreste que su isleta hermana.

Las playas más famosas y más bellas son Golden Bay (la más grande), Mellieha Bay (la más larga), Paradise Bay y la llamativa Ramla Bay en Gozo (a media hora en ferry), donde la arena tiene un tono rojizo que contrasta con el azul del mar. También en Gozo aparece la imagen más célebre de Malta: la Ventana Azul, una suerte de enorme ventana de piedra en el medio del mar, al lado de una pileta natural donde los turistas y locales suelen bañarse. Hace un año, la construcción rocosa se derrumbó y ya no puede verse. Pero el sitio se mantiene como un lugar turístico de gran belleza y atractivo.
En el sur, el mercado de pescado de Marsaxlokk es el paseo ideal para un domingo. La soñolienta aldea portuaria hace lucir el rojo, amarillo, azul y verde brillante de los ‘luzzu’: botes, que -indefectiblemente- tienen pintado un ojo vigilante, símbolo de protección para los navegantes de un país acostumbrado a vivir en y por el agua.

Templos y fiestas religiosas
Malta mantiene una relación estrecha con la religión católica desde hace siglos. La orden de sus caballeros es famosa en el mundo. Y en estas islas, cada ciudad celebra el día de su santo con un despliegue desproporcionado de banderas, bombas de estruendo y fuegos artificiales. Lo llaman ‘festa’, y por la cantidad de ciudades y santos existentes por aquí, es prácticamente una garantía cruzarse con alguna.

La cúpula más impactante del archipiélago está en Mosta, se llama Rotunda y su construcción llevó 37 años, comenzando en 1833. En la Segunda Guerra Mundial, una bomba alemana atravesó el techo de la iglesia y cayó dentro, pero no explotó. Los malteses lo consideraron un milagro y reconstruyeron la cúpula, pero dejaron marcada la zona de la restauración, para que pudiera reconocerse el sitio por donde había ingresado. La bomba permanece en exhibición dentro de la iglesia.

Pero mucho antes de la religión católica, Malta fue sede de varios escenarios religiosos. El más concurrido por los turistas es el hipogeo de Hal-Saflieni, una estructura subterránea del 3300 antes de Cristo que funcionó como santuario y necrópolis. Como las visitas son restringidas, hace falta reservar con anticipación.

Más antiguo todavía es el complejo de templos megalíticos de Hgar Qim, construidos en el 3700 a.C. Declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, junto con los complejos de Mnajdra, Tarxien y Ggantija (la torre del gigante, en Gozo, el templo más antiguo del mundo), son parte de la rica oferta arqueológica que ofrecen estas islas.
Parece que nada queda por pedirle a un lugar que entrega mar celeste, playas doradas, ciudades amarillas y una sinfín de historias para contar.

Tips viajeros

Cuándo ir: Durante julio y agosto, los turistas de todo Europa le dan vida a la temporada de verano. Hace calor, hasta 40 grados, pero se combate con las aguas cristalinas del Mediterráneo. La temperatura es agradable todo el año.
Cómo llegar:
La aerolínea de bandera Air Malta tiene vuelos frecuentes desde varias capitales europeas, sobre todo Londres y Roma. Las ‘low cost’ también aterrizan en el único aeropuerto del país. Se puede llegar en un ferry de dos horas desde Pozzallo, al sur de Sicilia.
Cuánto cuesta:
La moneda es el euro y los precios son similares a los del sur de Italia (es decir, bajos en el contexto de Europa). Suben bastante durante el verano.
Dónde quedarse:
Sliema y St. Julians son la ciudades ideales para hacer base. Modernas, llenas de restaurantes, bares y vida nocturna, tienen bajadas de piedra al mar y están cerca de todo.
Cómo moverse:
No hay trenes ni subtes. Sí hay lanchas para cruzar entre ciudades y una red de colectivos (todos antiguos, todos anaranjados) que unen los distintos puntos de la isla. Sin embargo, los buses son lentos y pueden tardar mucho en aparecer. La recomendación es alquilar auto.

YOU ARE WELCOME

El idioma maltés es una mezcla de sonido indescifrable: una suerte de árabe simplificado con modismos en francés, inglés e italiano. Sin embargo, el otro idioma oficial del país es el inglés. Algo que salva la vida de los turistas y, muchas veces, resulta fundamental a la hora de elegirla como destino.
De una u otra manera, Malta estuvo bajo dominio británico hasta 1979 (todavía son parte del Commonwealth) y la influencia de los ingleses es evidente en varios aspectos de su cultura. Se puede ir a un pub o pedir un ‘full english breakfast’ en un bar. Y se mantuvo la lengua, que los locales hablan a la perfección, pero con un distinguible acento. Incluso, algunos no hablan el maltés -o lo hablan mal-. En el cine, por ejemplo, las películas en inglés se pasan en idioma original -algo poco frecuente en Europa- y sin subtítulos. En verano, las calles se llenan de adolescentes italianos y españoles que llegan para hacer “cursos de estudio intensivo” de tres meses, en los que estudian más bien poco, pero transforman el ritmo de vida de la isla cuando salen de clases y se van de fiesta.