India para fotógrafos

Un país que ofrece múltiples alternativas, desde el caos de Delhi hasta el misticismo de la ciudad de Varanasi. Olores, colores, sabores y situaciones, todo junto y en exceso construye un escenario ideal para la cámara fotográfica.

Txt y  Ph: Leandro Cócolo

Visitar India puede generar miles de sentimientos, pero ninguno de ellos es la indiferencia. Siempre caótica e impredecible, hasta en sus versiones más apacibles, ofrece una mezcla de sensaciones que funcionan como un imán para la lente de una cámara fotográfica.

La India es majestuosa, tanto que a veces se vuelve desconcertante. Pone sus contrastes en escena desde el primer minuto y obliga al viajero a hacer equilibrio entre ellos. Olores, sabores, colores, miradas. Todo se convierte en un manojo de experiencias que generan amor, odio o las dos cosas al mismo tiempo.

Asimilar estas contradicciones no es una tarea fácil. Se trata de una metralla de estímulos de la que no hay escapatoria. Las alternativas son dos: seguir en el camino hasta llegar a las entrañas de una sociedad tan enigmática como atractiva o sacar un pasaje aéreo hacia otro destino más tranquilo, donde todo pueda estar bajo control.

India no modifica para nada su dinámica cotidiana por la presencia de extranjeros. En este caso es el visitante quien debe adaptarse a su lógica de comportamiento, muchas veces chocante con los preceptos occidentales. Entonces, ¿viajar a la India es un suplicio? Para nada, pero mejor es estar advertido acerca de cuáles son sus rasgos distintivos.

Lo mejor de India, lo que la vuelve especial, es que mientras otros destinos se acomodan a un molde supuestamente deseado por los visitantes (convirtiéndose muchas veces en una maqueta del pasado) India sigue siendo India. Tiene certificado de autenticidad y todo lo que pasa allí es real.

Una ruta posible

India es, antes que nada, lo que el viajero quiera hacer de ella. No es lo mismo descubrirla en unas vacaciones de dos semanas en las playas de Goa y Kerala, que en un tour organizado por Rajastán, en unos cursos de meditación en Dharamsala o en una semana de fiesta en el Holi de Mathura.

Existe una amplia variedad de experiencias posibles. Rituales religiosos, mercados, música, yoga, sitios históricos, fiestas tradicionales… El itinerario más habitual de India es el llamado Triángulo de Oro, conformado por Delhi, Agra y Jaipur, al que suelen agregársele las ciudades más grandes de Rajastán: Jodhpur, Jaisalmer y Udaipur. Siguiendo este camino son muy altas las posibilidades de quedarse con ganas de más, por lo que es aconsejable ampliar el recorrido en otras direcciones. Para trasladarse hacia distintas ciudades se puede usar el tren, en bus o el avión, teniendo en cuenta que las distancias son muy largas y los caminos no suelen estar en buen estado.

El tren es un medio de transporte recomendable. Es seguro, puntual, llega a casi todos los rincones del país y, además, permite ver cómo va mutando el paisaje desde la ventanilla. Tiene vagones de distintas clases y precios, y hasta permite hacer viajes nocturnos con cama incluida y aire acondicionado.

Los ferrocarriles, una herencia del colonialismo inglés, se expandieron hacia todos los rincones luego de la Independencia en 1947 y actualmente cuentan con más de 63 mil kilómetros de vías y 5 mil millones de pasajeros al año. Recorrer las estaciones o caminar a través de los vagones abre la posibilidad de capturar innumerables escenas atractivas con la cámara de fotos: el amontonamiento de gente en la puerta del vagón al arribar el tren, los vendedores ambulantes, las personas transportando animales, los niños jugando en los pasillos…

Para los viajeros en busca de aventuras existe la opción de alquilar una moto -una de esas Royal Enfield que tanto les gustan a los indios- y lanzarse a la ruta, lo que además brinda una sensación de independencia que no entregan las otras alternativas, ni siquiera el tren. El beneficio: poder parar en cuanto punto desee el piloto. Los únicos requisitos son pasaporte y licencia para conducir.

Ciudad sin tiempo

Una vez en el camino, Varanasi aparece casi como una obligación. Es la versión más salvaje de la India, una ciudad que parece detenida en el tiempo. Y algo tendrá que ver su condición de ciudad habitada más antigua del mundo. Una obra de teatro sin principio ni final, con el misticismo del Ganges, con los crematorios a cielo abierto y con los animales que deambulan en busca de comida por las callejuelas de la parte vieja.

Varanasi es la más sagrada de todas las ciudades sagradas del hinduismo y su atmosfera inigualable empieza a definirse a partir de dos razones fundamentales: la primera es que, según la tradición, todos los hindúes deben visitarla al menos una vez en la vida, lo cual la convierte en un punto de peregrinación constante desde todos los rincones del país; la segunda es que los hombres y mujeres que mueren allí y son quemados y arrojadas sus cenizas al río tienen la posibilidad de cortar con el ciclo de las reencarnaciones, alcanzando un estadío superior de liberación espiritual conocido como “moksha”.

Explosión de colores

Otro agregado posible al recorrido -y muy recomendable para los fotógrafos- es Mathura y sus alrededores. A decir verdad, se trata de una ciudad sin demasiados atractivos, pero que tiene un distintivo que la pone por encima del resto: una vez al año se convierte en una explosión de colores con el festejo del Holi.

Las limitaciones del caso son las que derivan del calendario. Holi, que celebra el inicio de la primavera, no tiene una fecha específica sino que varía año a año según la última luna llena de la temporada invernal. Lo positivo: varias semanas antes y varias semanas después se extienden una serie de festejos en distintas ciudades y templos de la zona, cada uno con su particularidad, por lo que no es necesario estar en la fecha específica del Holi para poder disfrutar de la fiesta. En Baldeo, por ejemplo, las mujeres desgarran las camisas de los hombres y los golpean con sus propias ropas; en Mathura hay una procesión por la ciudad con música a todo volumen en camiones y tractores; en Barsana y Nandgaon se recrea una pelea con palos y escudos por las calles.

Un tercer destino adicional es Mumbai, la más poblada de todas las ciudades de la India, con más de 14 millones de habitantes. El Imperio Británico dejó allí su huella con edificios y construcciones victorianas como la Estación Victoria, el Tribunal Supremo o la Universidad. En cada rincón, una reminiscencia del pasado. También en el estilo de vida, posiblemente el más “occidental” de todo el país.

Seicientos kilómetros al sur, Goa. Centro de turismo para extranjeros y para los mismos indios que buscan playas y un ambiente más relajado que el de otros destinos del país. ‘Scooter’, medio de transporte ideal. Con pasado de colonia portuguesa, llaman la atención las iglesias católicas, una religión con apenas dos por ciento de fieles en el total de la población.

Vale repetir lo mencionado con anterioridad: India es lo que el viajero quiera hacer de ella. Por eso, las alternativas planteadas funcionan solo como una guía, una posibilidad entre tantas otras igualmente atractivas.

Spot fotográfico – Amanecer en los ‘ghats’ de Varanasi

Paraíso para retratar

Los contrastes permanentes convierten a la India en un campo magnético para la cámara. La relación es de amor y odio. Y si esta se vuelve desgastante, la fotografía funciona como un combustible para recargar energía. Además, es un medio privilegiado para expresar esas contradicciones latentes, a veces difíciles de plasmar en palabras.

Generar vínculos con los indios es una situación casi inevitable. Son abiertos y siempre están dispuestos a una conversación, así sea solo con gestos. India invita a interactuar con la gente, a hablar con ella, lo que genera diversas posibilidades para tomar fotografías. Para ello es indispensable ser paciente, esperar el momento justo y generar un contexto favorable. Cada escenario requiere su propio tiempo.

India es una caja de sorpresas. Por eso, el mejor consejo es tener siempre la cámara en la mano y la mirada atenta ante cada experiencia. Es un país en el que siempre queda algo por recorrer, una escena nueva por retratar y una excusa para volver.

Cómo llegar
No hay vuelos directos desde Argentina, aunque existen muchas aerolíneas que ofrecen un viaje con una o dos escalas: Turkish, Emirates, Alitalia… Hace poco se sumó una nueva opción, con mejores ofertas que el resto: Ethiopian Airlines.
Visa
Es obligatoria. Se puede tramitar en la Embajada de India de manera gratuita (Av. Eduardo Madero 942, CABA) o en el aeropuerto de llegada (60 dólares).
Moneda
Rupias. 1 dólar equivale a 68 rupias.
Cuándo viajar
El territorio indio es muy extenso, por lo que el clima varía según la región. Si el destino elegido es Delhi, Rajastán o alrededores, evitar el verano (junio, julio, agosto y septiembre).
 Dónde dormir
Los guesthouses siempre son una buena opción para hospedarse en India: casas antiguas que generalmente conservan la estructura y la esencia del lugar. En Varanasi abundan y Ram Bhawan es una de ellas: a pocas cuadras del bullicio de la Ciudad Vieja y a metros del ‘ghat’ principal.
En Jodhpur, en frente de la fuente de Toorji Ka Jhalra, está el Hotel Haveli, que puede ser considerado de lujo en la comparación con las otras alternativas de la zona.
hotelhaveli.net
Qué comer
Además del tradicional curry (de pollo, de verduras), no dejar de probar la ‘samosa’ (empanada de masa frita con distintos rellenos), la ‘masala dosa’ (un crepe con papa, cebolla frita y especias) y el ‘palak paneer’ (una crema de espinaca picante con queso). Un típico lugar para animarse a la comida callejera en Jodhpur son los puestitos de omelette ubicados cerca de la Torre del Reloj.
Consejos
¡Cuidado con las comidas y con el agua! Muchos extranjeros no toman los recaudos necesarios y sufren problemas estomacales.
Comprar SIM-card con número indio: es simple y muy útil para moverse en todas las ciudades de India con GPS.
El tren es el más seguro de todos los medios de transporte de India. Los turistas tienen un cupo de pasajes reservados exclusivamente para ellos.
Acordar el precio del ‘rickshaw’ -vehículo de dos ruedas tirado por una motocicleta- de antemano con el chofer, que suele pedir más del doble de lo que realmente vale el viaje.
Alquilar una moto siempre es una buena opción para conocer rincones ocultos: el trámite es sencillo y solo hay que presentar licencia y pasaporte.